lunes, 17 de junio de 2013

15. La despedida...reflexión final.

  Viernes 14 de Junio. Etapa: Astorga-Barcelona (842 Km).
  El murmullo de los peregrinos, que ya empiezan a calzar sus botas, nos despiertan en este viernes tranquilo y soleado. Aunque nosotros ya no tenemos prisa por levantarnos de la litera, hay que dejar libre la habitación, para que, después de asearla, puedan ocuparla los nuevos peregrinos que aparecerán en unas horas. Guardamos el equipaje en una sala del albergue y vemos desfilar a los caminantes con sus grandes mochilas, sus bastones y sus conchas nacaradas símbolo de protección para el Camino, preparados para recorrer otra nueva y misteriosa etapa. Me entra la nostalgia cada vez que nos miran y nos desean buen camino, y me dan ganas de subirme a la bicicleta y perderme de nuevo entre senderos de luz y caminos de tierra...Así que, con el rostro algo melancólico, desayunamos café con leche y churros en un bar céntrico . Tenemos todo un día para nosotros y cada uno se pierde en la ciudad hasta la hora del piscolabis. Yo aprovecho para escribir un relato, pasear por las callejuelas sombreadas y tomar otro café en la terraza de un bar. Mi padre conversa con un hombre mayor que le narra su vida en pocas frases y que intenta hablar con los peregrinos procedentes de Holanda ya que le recuerdan a su juventud, cuando trabajaba allí y que no hacía mucho tiempo, se había reencontrado en esta ciudad a un antiguo compañero, y se emocionaba al recordarlo...
   Entramos en una pizzería, donde entre un vino tinto, una lasaña vegetal y una pizza, los dos cicloturistas hablamos sobre la Vía, sobre las etapas más bonitas, sobre como ha ido cambiando el paisaje, el acento distintivo de la gente a medida que traspasábamos provincias; los recuerdos que perduran en las personas añiles y la diferencia entre el Camino Francés de Santiago y la Vía de la Plata (que según mi padre es más bonita esta última, y más dura...). Y me habla de un poema que, en resumen, habla sobre la llave que abre la puerta de la felicidad, que intentamos siempre buscarla fuera, sin darnos cuenta que la tenemos en lo más profundo de nuestro corazón. Y los ojos se me entelan y la lágrima cae por la mejilla al escuchar recitar tan bello poema de la boca de mi padre.
Y nos proponemos realizar el Camino de Santiago Sanabrés para otro año y acabar en Finisterre, en el fin del Mundo. Y ya imagino espitosa las rutas y los días de aventura ciclista.
  Volvemos al albergue para trasladar las bicicletas a la estación de autobuses y embalarlas para ser transportadas, y en la entrada sentado, un peregrino hace sonar las cuerdas de su guitarra y de su voz, con bellas melodías que no puedo evitar acompañarlas con un ligero silbido. Y se sienta con nosotros en una mesa y delante de mí canta "Leazinho" de Caetano Veloso, y mis emociones vuelven a estar a flor de piel. Nos despedimos de él, del albergue y nos encaminamos a la estación. Y la espera se hace algo larga y a la vez corta porqué al día siguiente ya despertaremos en Barcelona, con otras rutas y obligaciones que acatar. Pero siéntome satisfecha por el viaje realizado, por estos días alejada de la rutina y acariciada por la novedad, el desenfreno, la libertad y la experiencia. Y os aconsejamos a todos esta maravillosa Vía que no os dejará indiferentes.
 Sentada en el autobús y mirando tras los cristales el cielo aún clareado, pienso que el Camino no ha llegado a su fin, sólo ha sido el fin de una etapa, y hay que cerrar ésta para que puedan entrar muchas otras. Y recuerdo las palabras de Saramago al escribir que, "El viaje nunca acaba; el final de un viaje sólo es el inicio de otro".  Y entonces mi mente divaga imaginando ver cuál será mi nuevo viaje, mis nuevas tierras, mi nuevo cielo, mi nuevo horizonte...
 
 
Gracias a todos por vuestros ánimos día tras día.

1 comentario:

  1. Un relato precioso. Gracias por compartir vuestras aventuras y sentimientos. Enhorabuena y a por la próxima!!

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